Barcelona. Jardín de la Tamarita

Impreso el 28 de marzo de 2024 Impresión

España

Blanquerna. Universitat Ramon Llull, Passeig de Sant Gervasi, Sant Gervasi - la Bonanova, Sarrià - Sant Gervasi, Barcelona, Barcelonés, Barcelona, Cataluña, 08001, España

LA RECREACIÓN DEL VIEJO MITO ARCÁDICO EN LOS JARDINES DE LA TAMARITA DE BARCELONA.

* Este texto fue presentado como ponencia en el Coloquio Internacional de Historia del Arte,celebrado en la población de Saltillo, México, del 10 al 14 de noviembre de 2002, y organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Las actas ya han sido publicadas. El texto se presenta aquí sin las notas.

A partir de mediados del siglo XVIII empiezan a aparecer en muchas ciudades europeas unas nuevas zonas verdes, las alamedas, que son utilizadas para actividades de ocio, paseo y representación. Esta costumbre se acelera a mediados del siglo XIX con la construcción de jardines y de parques públicos. En Barcelona se usaban con esta finalidad el Passeig Nou y el Jardí del General en el siglo XVIII, y ya en el siglo XIX el Passeig de Grácia y la montaña de Monjuic. En esta época también empiezan a utilizarse como esparcimiento zonas elevadas de la ciudad, donde las clases altas edifican casas de veraneo o torres, aprovechando sus vistas sobre la bahía y el clima más fresco durante la época estival.

Es en esta zona de la Sierra del Tibidabo, donde se creó un amplio sistema de parques y de bosques, y jardines privados como el Laberinto de Horta, el Parque Güell o la Tamarita. Los Jardines de la Tamarita tienen su origen en la Torre Craywinckel, nombre de su primer propietario, que era de origen flamenco. A comienzos del siglo XX la finca fue adquirida por el industrial algodonero Alfred Mata Juliá, que encarga la construcción de una casa y de unos nuevos jardines al arquitecto Nicolau María Rubió i Tudurí . Rubió i Tudurí no solo es el creador de los Jardines de la Tamarita, sino también el autor de otros muchos jardines situados en Cataluña y en otras regiones españolas. En su formación tuvo una gran influencia su colaboración con el arquitecto paisajista francés Jean-Claude Nicolás Forestier, introductor en España de los modelos clasicistas en el jardín de las primeras décadas del siglo XX.

Forestier fue conservador de los paseos y parques de París de 1887 á 1927, llevando a cabo la restauración y reforma de varios parques. En España realizó también importantes trabajos, destacando su labor en el Parque de María Luisa de Sevilla de cara a la Exposición Iberoamericana de 1929 o en creaciones como el jardín de la Casa del rey Moro en Ronda . En todas estas obras puso de manifiesto su valoración del jardín tradicional hispanomusulmán, contribuyendo de esta forma a la creación del jardín regionalista andaluz, que coincide con el surgimiento de otros estilos regionalistas en Castilla, Valencia y Cataluña . En Andalucía Javier de Winthuysen juega un papel similar al de Rubió en Cataluña.

Puede considerarse seguidor de Forestier en su afán de reconstruir el estilo tradicional de los jardines andaluces, lo que puso de manifiesto tanto en su obra Jardines clásicos de España como en los jardines que restauró y que proyectó. En estos trabajos triunfa su particular visión como jardinero y como pintor del jardín andaluz, derivado de los jardines hispanomusulmanes . En el año 1915 Forestier empieza su actuación en el parque de Montjuic dentro de los trabajos preparatorios para la Exposición Internacional , interviniendo como ayudante en la realización de diversos enclaves Rubió i Tudurí, quien en 1918 es nombrado Director de los Parques Públicos de Barcelona.

Una de sus labores más importantes fue la definición del sistema de parques urbanos, que quedó estructurado en cuatro niveles: parques interiores, parques suburbanos, parques exteriores y reserva de bosques en la Sierra del Tibidabo . Cuando Rubió i Tudurí termina sus estudios de arquitectura en 1916 e inicia su colaboración con Forestier el Noucentisme es el movimiento cultural predominante en Cataluña . Es un estilo caracterizado por lo mediterráneo y lo latino, que busca su inspiración en la tradición y en el entorno natural.

Desde el punto de vista de la jardinería el Noucentismo de Rubió i Tudurí se va a caracterizar por un cierto eclecticismo, derivado de su maestro Forestier, en el que se une el paisajismo romántico con los modelos italianos y franceses, en los que predominan los ejes y las formas geométricas . Jardines de la Tamarita La finca, situada entre el paseo de Sant Gervasi y la Avenida del Tibidabo, ocupa una superficie rectangular irregular de 14.000 m2 y utiliza la situación del torrente del Frare Blanc, que provoca la aparición de diferentes niveles en el terreno, aprovechados para la creación de taludes, muros de contención y escaleras. Aunque no se han conservado los proyectos originales de Rubió i Tudurí, por su estilo se sitúan en la primera etapa de su producción artística, caracterizada por un eclecticismo de inspiración clasicista, derivado de la obra de Forestier, la cual finaliza en el año 1945.

Es a comienzos de esta etapa, en los años veinte, cuando lleva a cabo la realización de los actuales jardines de la Tamarita, lo que supone la transformación de los jardines originarios. La intervención de Rubió consistió en la organización del espacio en dos sectores a ambos lados de la casa señorial, que ocupa el centro de la finca: a la derecha un jardín de estilo paisajista, en el que predomina la naturaleza y la ambientación romántica, y a la izquierda un jardín clasicista, concebido en torno a un eje central ascendente, que parte desde la entrada situada en el nivel inferior, y que se desvía a la izquierda a través de un camino de tierra, para luego ir ascendiendo la suave pendiente y servir de eje para la incorporación de pequeños espacios ajardinados de carácter autónomo y enriquecidos con un mobiliario decorativo y figurativo, que busca la recreación de un jardín clasicista, poblado de animales y de figuras mitológicas.

De este modo la Tamarita se convierte en un bosque sagrado, en el que las fuerzas de la naturaleza asumen el mismo protagonismo que tenían en los jardines italianos del Renacimiento. Junto con este principio clasicista el otro principio que determina la estética del jardín es su carácter intimista, donde está presente el concepto del jardín patio y doméstico con muros de vegetación. Son espacios recoletos, reducidos y hechos para el reposo y la contemplación silenciosa, constituidos como continuación de la casa y protegidos del sol por la bóveda natural de grandes árboles de sombra, principalmente plátanos orientales, castaños, tejos, robles y tilos. A lo largo del eje central del jardín clásico se sitúan los distintos espacios compositivos, que van conduciendo o reteniendo al visitante desde la entrada hasta su conclusión en un pequeño jardín centralizado y casi completamente cerrado, que sucede a otro más abierto, alternancia que recuerda los jardines barrocos franceses.

Son cuatro los jardines que se suceden a lo largo de este eje: estanque semicircular a la entrada, paseo arbolado, jardín elíptico o de los cuatro continentes, y jardín patio.

Estanque semicircular

Se sitúa en la entrada de la Tamarita, llamando poderosamente la atención del espectador por su sabia y equilibrada composición de elementos arquitectónicos y naturales. Este estanque de cerámica se enmarca dentro de la tradición catalana de las terracotas decorativas, realizadas de manera industrial por diferentes empresas para la decoración de parques y jardines, como la empresa Luis Maciá y Compañía, fundada en 1867, la cual realizaba una gran diversidad de elementos decorativos –figuras, jarrones, muretes, tazas y capiteles- siguiendo diseños originales de escultores . Como dice Santiago Alcolea,

todavía a principios de nuestro siglo (Siglo XX) eran abundantes los jardines pertenecientes a residencias barcelonesas situadas en la parte alta de la ciudad que los conservaban, como lo demuestran añejas fotografías.

El estanque de los leones tiene forma semicircular con un frente formado por una alambrada recubierta de plantas trepadoras. Tres surtidores en forma de fuentes de cerámica con fustes abalaustrados y taza superior circular derraman agua sobre un estanque que posee plantas acuáticas que con posterioridad desciende a través de numerosos chorros en otro estanque inferior, que tiene su frente decorado con relieves de temática vegetal.

A ambos lados del estanque dos leones durmientes yacen sobre sendos basamentos prismáticos de cerámica. Estos leones colocados a la entrada del jardín vigilan el acceso y lo protegen simbólicamente. La presencia de estos animales protectores de puertas se remonta al arte antiguo del Próximo Oriente, aunque fueron los romanos los que lo introdujeron en el arte occidental, y con posterioridad volvieron a aparecer en el arte y en la cultura literaria renacentista.

Paseo arbolado y jardín elíptico

Un camino curvado y ascendente, sombreado por dos hileras de árboles, comunican el estanque de los leones con el jardín elíptico, formado por un amplio espacio abierto rodeado por muros vegetales, que posee en el centro un pequeño jardín de setos bajos con forma rectangular y una fuente de mármol en el centro. Este jardín es el espacio más importante de la Tamarita, tanto por su tamaño como por la calidad y simbología de las esculturas que lo decoran. Es un lugar para el reposo y la contemplación, y para ello se han colocado bancos de madera en los espacios laterales.

Una pequeña fuente de mármol blanco sirve de centralización de este jardín elíptico. Está formada por un basamento circular, un fuste estriado y una amplia taza gallonada, que tiene en su centro una planta de aloe en la que un pequeño puti desnudo juega con un cisne. En la actualidad la fuente carece del remate superior, donde originalmente otro puti se hallaba subido sobre otro cisne, coronando de esta dorma la fuente formada por elementos geométricos, vegetales, animalísticos y humanos. Los putis juguetones y ruidosos y los cisnes son elementos tradicionales de las fuentes y de la jardinería clasicista, aunque fue Bernini el que introdujo la complejidad formal y compositiva en las numerosas fuentes con las que decoró la ciudad de Roma, y que esta fuente de la Tamarita conserva a pesar de su tamaño reducido.

La fuente de los cisnes, situada en uno de los lados del jardín central acentúa el eje longitudinal, que conduce hacia el fondo hacia el denominado Jardín Patio.

En los ángulos de este jardín elíptico hay cuatro figuras monumentales, que tradicionalmente se han considerado como imágenes de los cuatro continentes. Es en el siglo XVI, cuando empiezan a realizarse imágenes que representan a los cuatro continentes.

A partir de esta época son frecuentes estas obras en enciclopedias, tratados y repertorios iconográficos, libros de viajes, geografía y cartografía. Una de las obras más monumentales y antiguas es la gran Carta del Mundo del Palazzo Farnese en Caprarola, en la que aparece un grandioso mapa del mundo conocido a mediados del siglo XVI con los cuatro continentes representados en los ángulos: América con una cornucopia y un papagayo, Europa con un cetro y una bola del mundo, Africa con una cornucopia de frutos y la testa de un elefante sobre la cabeza, y Asia con un jarrón o incensario, un barco y un ancla.

En este tipo de obras cartográficas se inspiró Cesare Ripa para los continentes de su libro Iconología, obra básica para la fijación y difusión de sus modelos iconográficos . De este modo el número de continentes quedará fijado en la cifra cabalística de cuatro, que acompañará durante siglos a otros célebres cuaternarios: los cuatro elementos, las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales, los cuatrimestres, los cuatrienios, el cuarteto, los cuatro padres de la Iglesia, las cuatro Virtudes Cardinales, el Tetramorfos, los cuatro ríos del Edén, los cuarteles urbanos, el crucero, el cuadrilátero, las cuatro campas de México y el Tahuantisuyu incaico.

Según Jung el número cuatro es un símbolo antiquísimo, seguramente prehistórico, asociado con la divinidad creadora del mundo. Es un símbolo del orden y de la eternidad. Las imágenes de los continentes representan también a las cuatro razas mundiales –blanca europea, amarilla asiática, negra africana y cobriza americana. Es un tema propio del humanismo renacentista, aunque perdurará en el barroco. Bernini los representó en forma de cuatro ríos en la fuente central de la Piazza Navona, y el padre Andrea Pozzo en la bóveda central de la iglesia de San Ignacio de Roma, posiblemente la obra más importante e influyente del siglo XVII, donde sigue fielmente los modelos de Ripa.

América está representada como una amazona y con un león americano, Asia con un camello y un incensario, Africa con una cornucopia y un cocodrilo, y Europa como una emperatriz coronada con un cetro, una bola del mundo y un caballo. Este tema se pone de moda en la Barcelona comercial e industrial del siglo XIX, unido a su desarrollo económico, y cuenta con el precedente de las esculturas de los cuatro continentes existentes en el patio de la Casa Lonja del Mar, obras neoclásicas de comienzos del siglo XIX de los escultores Manuel Oliver y Francesc Bover. La presencia de los cuatro continentes no es frecuente en los jardines, donde en cambio abundan las representaciones de las cuatro estaciones, aunque no sea totalmente extraña. En los Jardines de El Retiro de Málaga hay una escultura en mármol del siglo XVIII que representa a América, cuya presencia puede aludir a la existencia de árboles y plantas con esta procedencia y a las relaciones comerciales de sus propietarios con este continente,

La presencia en la Tamarita de un programa con las figuras de los cuatro continentes se debe a la búsqueda de un significado más profundo, que pretende la creación de un espacio sagrado, un omphalos o un “caput mundi”, una simbología acorde con la mentalidad universal de la influyente burguesía comercial barcelonesa del siglo XIX. Las cuatro grandes figuras humanas –tres mujeres y un hombre- del jardín elíptico han sido consideradas tradicionalmente como obras anónimas representativas de los cuatro continentes. Sin embargo en el proceso de esta investigación hemos tenido la fortuna de descubrir que las tres figuras femeninas corresponden a tres réplicas de las que existen en la Plaza de Armas de la población chilena de Angol de los Confines, realizadas por el escultor Virginio Arias (1855-1941).

Las imágenes más antiguas que poseemos de estas cuatro esculturas corresponden a una fotografía del año 1990, momento en el que el ayuntamiento de Barcelona procede a la realización de un proyecto de restauración y remodelación de los edificios y jardines de la finca. En esa foto aparecen las cuatro esculturas en una habitación de la residencia. Todavía la figura masculina conservaba la cabeza, de la que hoy carece. Lo que sí está claro es que la figura masculina, que representa a un militar romano, no forma parte del programa iconográfico, y que en una fecha indeterminada, al faltar la escultura representativa del continente europeo, se agregó al conjunto.

El programa iconográfico originario y completo, e incluso el autor de las mismas, los podemos conocer gracias a las cuatro figuras que adornan la Plaza de Armas de Angol. El autor fue el escultor chileno Virginio Arias, nacido en Ranquil, población próxima a Concepción, en 1855, y fallecido en 1941 en Santiago. En 1874 ingresa en la universidad, cursando los estudios de dibujo y escultura, que impartía Nicanor Plaza, el cual al año siguiente lo va a llevar a París, donde estudia en la Academia de Bellas Artes con el escultor Jouffroy y el pintor Laurens . En París residió hasta el año 1900, salvo algunos periodos entre 1890 y 1896, en que volvió a Santiago, donde va a ser nombrado Director de la Academia de Bellas Artes.

Su producción artística es amplia y numerosa. Su estilo se caracteriza por un academicismo matizado por una cierta vena romántica, derivada de su formación junto a los maestros franceses Jouffroy y Carpeaux. Trabajó fundamentalmente el mármol y el bronce, con los que, como escultor decimonónico, llevó a cabo un número importante de monumentos urbanos de carácter histórico y nacionalista, destacando los héroes y hechos de armas de Chile en la Guerra del Pacífico, 1879-1881. En esta temática destaca sobre todo el “Roto chileno”.

A la temática religiosa corresponde su obra más famosa, “El Descendimiento”, con la que obtuvo la tercera medalla en el salón Oficial de París de 1887 y la medalla de oro en la Exposición Universal de 1889. Pero quizás donde mejor supo expresar su estilo personal fue en obras de carácter mitológico, temática en la que se encuadran las obras “Hoja de laurel”, “Dafnis y Cloe”, y el conjunto de los cuatro continentes de Angol, las cuales fueron ubicadas en la Plaza de Armas Benjamín Vicuña Mackenna en torno a un estanque de agua rodeado de grandes olmos pendula. Las cuatro esculturas fueron declaradas monumento histórico nacional en el año 1966 .

Dos son los modelos, en los que se inspiró Virginio Arias para la realización de estas cuatro esculturas. Desde el punto de vista formal cuenta con el precedente de la Fuente de los Cuatro Continentes de París, realizada en el año 1867 por el escultor Jean Baptiste Carpeaux (1827-1875). Estas cuatro figuras femeninas se hallan sobre el pilar central de la fuente, formando un grupo, y con sus manos soportan una esfera. Desde el punto de vista iconográfico, Virginio Arias, como buen académico, sigue la tradición nacida en el siglo XVI, especialmente el texto de la Iconología de Cesare Ripa.

Como resultado de la confluencia de estos elementos Virginio Arias llevó a cabo a finales del siglo XIX la realización de las esculturas de los cuatro continentes de Angol y las del jardín barcelonés de la Tamarita, de las que hoy sólo se conservan tres, las que representan a Asia, Africa y América, faltando la escultura de Europa. No sabemos qué conjunto es el original y cuál es la réplica. Tampoco sabemos si Arias realizó ambos grupos en Francia o si estuvo en Barcelona con motivo del encargo o de su ubicación en el jardín de la Tamarita.

Asia

Ripa representa a este continente como una mujer vestida con un riquísimo traje.Va cubierta con una bella corona trenzada con flores y frutas variadas, llevando en la mano derecha un ramillete hecho de hojas verdes y frutos de las plantas de la pimienta, el clavo y la cañafístula, mientras que con la izquierda sujeta un incensario, que exhala humo en grandes cantidades. Junto a ella y de forma discreta se halla un camello sentado sobre sus rodillas.

La personificación del continente asiático, tanto en la Tamarita como en Angol, va ricamente vestida, acompañada de la figura del camello recostado sobre las rodillas y situado discretamente en la parte posterior. La figura de la Tamarita llevaba originalmente un ramillete de flores en su mano derecha, hoy seccionada, y un pequeño gorro de forma cilíndrica en vez de la corona de flores, con la que Ripa corona su personificación. Este continente recibe su nombre de la ninfa Asia, hija de Tetis y del Océano, la cual gobernó sobre todas las tierras de Asia Mayor y Menor.

Cada uno de los atributos, de los que está dotada, tiene un significado alusivo a las tierras y a las costumbres de los habitantes de este continente. La corona de flores y de frutas se refiere al cielo templado y benigno, que produce toda clase de cosas deliciosas. El riquísimo traje hace referencia a las costumbres de sus gentes de vestirse con preciosos ornamentos. Las ramas de plantas aromáticas se relacionan con la abundancia de especies y, por último, el camello se consideraba en el siglo XVI como el animal más característico del continente asiático.

África

Esta escultura, inspirada también de forma clara en el modelo iconográfico de Ripa, representa a una mujer negra, ataviada con un bello vestido de seda, ceñido en la cintura por un cinturón, brazaletes y largos pendientes colgando de las orejas. Con la mano derecha sostiene una cornucopia cargada de frutas y en la izquiera, hoy cortada, llevaba un escorpión. En el lado derecho aparece la cabeza de un león recostado y como casco o cimera lleva la cabeza de un elefante. Según la tradición el nombre de este continente deriva de la palabra latina “aprica”, que significa dorada por el sol, o bien del nombre de uno de los descendientes de Abraham, llamado Afro.

Su color negro proviene de la tez predominante de sus pueblos, y el bello vestido de seda que cubre su cuerpo sustituye a la semidesnudez original de la imagen de Ripa, que se refiere a la escasez de riquezas de estas tierras, que curiosamente contrasta con la cornucopia, símbolo de la riqueza, aunque en este caso se refiere mas bien a la abundancia de trigo, que produce la doble cosecha que se recoge cada año en sus campos.

La cabeza de elefante, aparte de ser este animal claramente representativo de este continente, proviene de una medalla del emperador Adriano, que pasó algunos años de su vida en este continente, concretamente en Alejandría, a la que consideraba como una de sus ciudades preferidas.

América

Aunque también derivada de Ripa, la imagen de esta figura presenta algunas novedades interesantes. El modelo de Ripa representa a una mujer desnuda, apenas cubierta con un velo que le cae desde los hombros y le cubre las “vergüenzas”, de color cobrizo, rostro fiero, cabellos revueltos y esparcidos, y lleva a lo largo de todo el cuerpo un bello y artificioso ornamento hecho de plumas de diversos colores.

En la mano derecha sostiene un arco, en la izquierda una flecha y sobre el hombro un carcaj. La figura de Ripa pisa una cabeza humana atravesada por una flecha y detrás de sus pies se encuentra un lagarto o caimán de forma discreta. La personificación del Nuevo Mundo de la Tamarita utiliza como de la Ripa la figura de la Amazona, mujer guerrera de carácter casi mitológico, como símbolo de este continente, aunque emplea algunos de sus atributos de manera diferente. Lleva una corona de plumas y un faldellín hecho también con el mismo material. Igualmente porta terciado sobre el pecho el carcaj, y tras sus pies se halla un caimán.

Asimismo en la mano derecha, hoy seccionada, llevaba originalmente un arco. Aparte de la vestimenta el rasgo más original de esta figura aparece en la piel del puma o león americano, que tiene en el hombro derecho, que de esta forma asocia el nuevo mito americano con el viejo mito del Hércules europeo, del que extrae también sus virtudes, su fuerza y su valentía. Esta nueva visión más positiva de los naturales de América viene refrendada por la eliminación de la cabeza humana atravesada por una flecha, que en el modelo de Ripa hacía alusión a la concepción que los europeos tenían de estos pueblos amerindios de practicar el canibalismo, el sacrificio ritual y el esclavismo de las poblaciones vencidas.

En el siglo XVI el animal más representativo de América era el caimán o lagarto “muy notable y abundante”, “tan grandes y fieros que devoran a los restantes animales y aún a los hombres en ciertas ocasiones”.

Europa

La figura que debería representar al continente europeo no está presente en la Tamarita. No sabemos si existió y se ha perdido, o si no se llegó a completar el programa iconográfico. Si observamos la obra existente en la población de Angol, con la que coincidiría la escultura original barcelonesa, debió tratarse de la figura de una mujer coronada, en una posición algo inestable al cruzar la pierna derecha por delante de la izquierda, que la lleva a inclinarse ligeramente hacia el lado derecho y apoyarse sobre la cabeza de un caballo, situada sobre un pedestal prismático. Lleva la mano izquierda retrasada y apoyada en la parte posterior del cuerpo.

Como las otras tres esculturas de Virginio Arias, la Europa de Angol sigue también el modelo de Ripa, que considera a Europa como una de las partes principales del mundo y la representa muy ricamente vestida, con corona en la cabeza, sentada entre dos cornucopias repletas de frutos, sosteniendo un templo en la mano derecha y señalando con la izquierda cetros y coronas. Junto a ella aparecen un caballo, escudos y trofeos de armas, un libro, una lechuza, instrumentos musicales, una paleta y varios pinceles, que muestran su “perpetua y constante superioridad sobre las restantes partes del mundo”, así como el gran número de artistas que ha tenido a lo largo de la historia.

El nombre de Europa proviene de la hija de Antenor, rey de los fenicios, que fue raptada por Júpiter bajo la forma de un toro y llevada a la isla de Candía. Por eso también es representada como una doncella arrebatada por un toro, que la lleva sobre el lomo.

La figura que en la actualidad ocupa en la Tamarita el lugar del continente europeo en nada coincide con el modelo iconográfico de Ripa. Representa a un militar acorazado, que porta la espada en la mano derecha, mientras que con la izquierda sostiene la capa que le cae desde el hombro izquierdo y cubre su espalda. Aunque esta figura está hoy decapitada, originalmente tenía su cabeza desprovista del casco, que se encuentra depositado sobre una pequeña columna o basamento situado junto a su pierna izquierda.

El modelo clásico es evidente, de inspiración claramente historicista, tanto en la vestimenta de este militar romano como en la posición praxiteliana del contraposto. No hay, sin embargo, ningún atributo que nos permita identificar de forma clara esta obra. Sólo un pequeño detalle nos podría llevar a aventurar su iconografía: sobre el pecho campea un pequeño medallón o camafeo con una cabeza femenina. Si se tratara de la cabeza de la medusa entonces podríamos identificar esta escultura con Perseo, el hijo de Zeus y de Dánae, que cortó la cabeza a Medusa. Sin embargo donde Perseo colocó su cabeza fue en el escudo cristalino que le prestó Atenea.

Por otra parte el yelmo situado junto a la pierna derecha podría ser otro de los atributos de Perseo, que le permitía hacerse invisible, cuando se lo ponía. Es posible que la ausencia de la personificación de Europa, debido a causas hasta ahora desconocidas, llevara a los propietarios del jardín a utilizar en fechas indeterminadas la figura de este militar anónimo como cuarto continente, pero, como ya hemos señalado, se trata de una interpretación errónea, que no coincide ni con la obra de Virginio Arias ni con el modelo iconográfico de Ripa, utilizado en los otros continentes. Esta práctica suele ser frecuente en los jardines, donde se mezclan obras de distintas épocas y de diferentes autores.

Jardín patio

La última zona de la Tamarita es un jardín cerrado con forma de patio, al que se accede por una puerta conformada por dos pilares terminados en sendas cráteras de barro cocido. Es un espacio formado por cuatro setos rectangulares, en el centro de los cuales se ha dispuesto una fuente rodeada de una pequeña verja de hierro pintada en azul. La fuente está formada por una taza baja, rehundida en el suelo y, por lo tanto, de inspiración musulmana, un fuste abalaustrado sobre un basamento de tres patas en forma de volutas y caras en los ángulos, y una taza superior gallonada, por la que se derrama el agua, que brota del pequeño surtidor central. Todo el perímetro está rodeado por un muro vegetal y en su frente, como cierre del eje axial de todo el jardín clásico, se ha dispuesto una cascada artificial en forma de gruta, desarrollada con piedras y elementos marinos.

Cita

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Morales Folguera, J. (2024) Barcelona. Jardín de la Tamarita. Historia del jardín. http://historiadeljardin.hdplus.es/barcelona-jardin-de-la-tamarita/

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Morales Folguera, José Miguel. «Barcelona. Jardín de la Tamarita». Historia del jardín, Departamento de Historia del Arte, 03 2024, http://historiadeljardin.hdplus.es/barcelona-jardin-de-la-tamarita/

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