Jardín contemporáneo (1)

Impreso el 20 de abril de 2024 Impresión

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TEMA I: DEL JARDÍN PRIVADO AL JARDÍN PÚBLICO: LAS FUNCIONES SOCIALES E HIGIENISTAS DE LAS ALAMEDAS, LOS PARQUES Y LAS PLAZAS. LONDRES Y EL SEGUNDO IMPERIO EN PARÍS

El aspecto más importante del jardín contemporáneo es la jardinería urbana, el verde público: PASEOS ARBOLADOS, PLAZAS AJARDINADAS Y PARQUES. La creación de estos nuevos espacios urbanos se produce como consecuencia de la insalubridad, que la industrialización había producido en las grandes ciudades, especialmente en los barrios obreros. Para contrarrestar las malas condiciones de vida de los obreros nacen en Inglaterra varios movimientos a favor de la creación de zonas verdes públicas, como el llamado Public Walks, surgido en Londres en 1833, que consideraba a los parques como un antídoto natural de las malas condiciones higiénicas de la ciudad.

Estas asociaciones afirmaban que los obreros, en vez de pasarse el tiempo libre bebiendo en las tabernas, podían pasear con sus mujeres e hijos por los parques urbanos, lo que redundaba en el beneficio de la sociedad y de la productividad. Este movimiento higienista se extendió por toda Europa y América, haciéndose eco de ello la prensa. En 1846 el Semanario pintoresco español decía: Somos partidarios del arbolado en el interior de las poblaciones, porque aparte de la sombra que presta, purifica la atmósfera y la refresca, neutralizando los miasmas prejudiciales a la salud.

A estas afirmaciones se añadían opiniones de médicos como el doctor Phené, quien, a finales del siglo, hablaba de la acción positiva de los árboles en las urbes, ya que el color verde de las hojas producía un alivio del nervio óptico. Todas estas opiniones recogían las teorías higienistas del siglo XVIII, que son el origen y la causa de muchas de nuestras alamedas. El escritor Antonio Ponz, autor de la obra Viaje de España, en 18 tomos, decía que los plantíos son de suma importancia para la salud de los vivientes…

Ya es cosa sentada entre los físicos, que los árboles se alimentan tanto por las hojas como por las raíces, conviniendo igualmente, que chupan todo efluvio pútrido introducido en el ayre y que, por consiguiente, lo purifican.

También De Mondran, autor del proyecto para hacer enormes paseos arbolados en las afueras de Toulouse, pensaba que los paseos públicos no eran solo elementos embellecedores de las poblaciones, sino que contribuían además a la mejora de la salud de sus habitantes.

En España Fernández de los Ríos escribía en 1868: La insuficiencia de los paseos, obra de modo perjudicial en el bienestar y en la higiene de las poblaciones…

La creación de jardines públicos, de squares y boulevares, son una consecuencia lógica e inevitable del crecimiento de los pueblos; así se ha entendido siempre en Londres, así se ha reconocido también en París. A las funciones tradicionales de ornato, recreo e higiene de las zonas públicas verdes, se sumó la de servir a la moralidad e instrucción de la población, ya que en ellas se celebraban conciertos y exposiciones, entre otros actos.

Las grandes exposiciones universales, internacionales y nacionales se celebraron en estos parques. La primera exposición universal organizada en Londres en 1851 se celebró en Hyde Park, en la que destacó el pabellón central, el Crystal Palace, obra de Joseph Paxton. La de Paris de 1867 se organizó en el Campo de Marte. La de Viena de 1873 se llevó a cabo en el Prater, y la de Copenhague de 1888 en el de Tívoli.

En Madrid, el Gobierno de la Primera República cedió en 1868 al ayuntamiento el Real Sitio del Buen Retiro, se estipula la obligación de llevar a cabo todas aquellas construcciones para el recreo o instrucción que se hallan en armonía con el objeto del nuevo parque, tales como salones de conciertos, bibliotecas…

En ninguna época como en el siglo XIX, las autoridades locales se han preocupado tanto del adorno de las ciudades con parques, jardines, paseos, alamedas, fuentes, etc. (J.M. Morales, Malaga en el siglo XIX, p. 103).

INGLATERRA

Inglaterra es el país que primero advirtió la necesidad de crear grandes parques al servicio de los habitantes de las ciudades. La aparición de estos parques públicos en Inglaterra se produjo de dos maneras. Una de ellas fue abriendo al pueblo antiguas posesiones regias o nobiliarias, como las londinenses Saint James Park en 1829, así como un poco más tarde Regent’s Park y Hyde Park. La otra forma fue mediante nuevas creaciones, como sucedió con Birkenhead Park y Prince’s park en Liverpool, realizados por Joseph Paxton, conocido por sus famosos invernaderos de hierro y cristal.

En Londres nacieron de esta manera parques públicos como Victoria Park, Albert Park y Battersea Park. Londres disponía a mediados de siglo de una extensión de jardines y parques públicos, que se acercaba a las 600 hectáreas. El conjunto formado por St. Jame’s Park, Green Park, Hyde Park y Kensington Gardens constituye una cadena ininterrumpida de espacios verdes con una longitud de más de cuatro kilómetros, situados en el centro de la ciudad. Regent’s Park, Victoria Park y Battersea Park ocupan posiciones periféricas.

Cada uno de estos parques tiene alguna característica propia, pero todos responden a una concepción común que refleja las preferencias del pueblo inglés amante de la diversión y el recrero al aire libre en un marco de paisaje arcádico y de vida pastoral. Por tanto, su aspecto está destinado a recordar la visión de la naturaleza pura y simple. Hyde Park, el más típico, es como un gran territorio rural que, penetrando en la masa urbana, se alarga hasta el centro de la ciudad. Pero se trata de una campiña idealizada, presentada con naturalidad, como en las composiciones de Brown. Regent’s Park, con 190 hectáreas de extensión, fue diseñado por el arquitecto John Nash, participando en el parque Hunphry Repton.

Esta ligado a Regent Street, creada para unir el centro de Londres con este sector y para separar y poner límite al barrio popular del Soho. El parque tiene extensas ondulaciones con grupos arbóreos y un gran motivo acuático: un lado de tres brazos. Está delimitado por un cinturón de árboles que incluye un espacioso paseo destinado a vehículos y caballerías.

Más allá de este cinturón Nash proyectó un conjunto de unidades residenciales denominadas terraces, colocadas en larga hileras rectas y curvas, así como una doble fila de edificios situados en círculo en el centro del parque, con un paseo en su perímetro. Este espacio circular no llegó a construirse, destinándose posteriormente a jardín botánico. Con esta creación, aunque realizada de manera incompleta, Nash estableció un principio completamente nuevo de estructura y estética urbana: una íntima asociación entre arquitectura y naturaleza, entre los edificios y el jardín, que anticipa una de las tendencias de la arquitectura contemporánea. Battersea Park, con una extensión de 80 hectáreas, se abrió al público en una época más tardía; 1858.

Se caracteriza por sus numerosas instalaciones deportivas (campos y palestras) y por la variedad de su trazado. Incluye una jardín de plantas subtropicales con sus correspondientes instalaciones de protección para la estación invernal, una reconstrucción de un jardín a la manera antigua, amplias ondulaciones de hierba circundadas por imponentes masas de árboles y un lago pintoresco, fuertemente articulado y en parte velado por grupos de árboles y por islas cubiertas de vegetación que multiplican las vistas y los reflejos. Una forma particular de pequeños jardín urbano de esta época es el Square, íntimamente ligado a los places y los crescents, expresiones típicas de la edificación inglesa del siglo XIX.

Se trata de elementos de construcción coordinada, ajenos a toda pretensión monumental y compuestos de modestas casas modulares en hilera. Delimitan unos espacios regulares de formas variadas: cuadradas, rectangulares, poligonales, circulares o elípticas. El Square consiste en un pequeño jardín que ocupa la parte central y comprende una superficie de césped con uno o varios árboles de alto porte y, algunas veces, un pequeño estanque.

Inicialmente estos jardines eran de propiedad privada y estaban protegidos con una verja con cancelas, puesto que el acceso estaba reservado a los habitantes de las casas circundantes, pero con el tiempo han llagado a ser de uso público. Con frecuencia las places y los crescents están colocados como una sucesión de formas distintas, para constituir así un único organismo compuesto. Y en este caso los squares forman un sistema continuo de espacios verdes, variados y articulados.

Los mejores ejemplos se hallan en Londres, Bath y Edimburgo. FRANCIA El ejemplo inglés tuvo una gran influencia en Napoleón III, quien, tras haber visitado Inglaterra, mandó abrir al público y reformar Reales Sitios como el Bois de Boulogne y el Bois de Vincennes, así como la posesión privada del Parque Monceau, propiedad del duque de Chartres. Nada más acceder al trono, Napoleón III mostró una visión amplia y previsora de las exigencias de una metrópolis moderna, al asociar a los planes de reorganización urbanística de París un grandioso programa de jardines, parques y paseos que, gradualmente realizados, contribuyeron a dotar a la capital francesa de una de sus características más hermosas.

Hasta la primera mitad del siglo XIX Paris sólo podía mostrar un pequeño conjunto de pequeños pero valiosos jardines, formados por el Paseo de los Campos Elíseos, las Tullerías, el Palais Royal, Luxemburgo y el Jardin des Plantes, con una superficie total de 88 hectáreas. El programa del emperador y del prefecto de Paris, el baron Haussmann incluía un gran parque al oeste de la ciudad, el Bois de Boulogne con una extensión de 870 hectáreas, otro gran parque en el extremo opuesto, el Bois de Vincennes con una superficie de 920 hectáreas, y otros parques menores en el interior del recinto urbano: el parque Monceau, las Buttes-Chaumont y el parque Montsouris. Algunos son anteriores y tienen su origen en propiedades reales.

A ellos había que sumar paseos arbolados, numerosos jardines menores y squares. Haussmann confió la dirección y coordinación de este programa a Jean Charles Adolphe Alphand, ingeniero y paisajista, surgiendo con tan importante actividad una escuela de arquitectos paisajistas como Louis Varé, Pierre Barillet-Deschamps, Eduard André y los hermanos Bühler. Estos artistas, aunque se alinearon con el estilo paisajista, supieron evitar todas las rarezas del jardín romántico y se atuvieron a criterios sencillos: composición unitaria del conjunto, búsqueda de efectos amplios, pureza de formas y de líneas en el trazado de los paseos y en el modelado del terreno, y adecuación y delicadeza en la elección y en la distribución de las plantaciones.

Alphand se expresaba así: “un jardín no debe ser una copia exacta de la naturaleza, puesto que el jardín es una obra de arte” y “hay tanto estudio de adaptación y de búsqueda de los efectos obtenidos por medios artificiales en una composición pintoresca como en el caso de un trazado regular; y dado que el arte no se expresa siempre de la misma manera, la creación del hombre también debe quedar patente”.

El programa napoleónico comenzó con la transformación del Bois de Boulogne, un vastísimo recinto que el estado había cedido en propiedad al Ayuntamiento de Paris. El proyecto se concibió de la siguiente manera: primero se escogió el punto más alto del bosque, se excavó a sus pies un lago y se utilizaron las tierras extraídas para aumentar la altura de la colina; luego se creó, más abajo, un segundo lago, mayor, con islas e inmerso en la espesura del bosque; después, desde el punto más alto se hicieron irradiar cinco vistas panorámicas hacia los lugares más pintorescos de los alrededores; a continuación, desde el extremo del primer lago se hizo brotar un arroyo que, siguiendo la pendiente del bosque y formando una gran cascada, iba a perderse en el Sena; además se conservaron algunos caminos rectilíneos existentes y se eliminaron otros con plantaciones; y finalmente, se abrieron grandes paseos que, rodeando los límites del bosque, enlazaban con las circulaciones menores y con los senderos interiores.

Las otras partes del bosque debían formar un inmenso parque separado por anchos paseos con amplias curvas; la estéril planicie de Longchamp debía transformarse en un vasto y ameno hipódromo; algunos puntos apropiados se destinarían a lugares de estancia con adornos particulares; por último un sistema de riachuelos debía ramificarse por toda la extensión del parque. Los trabajos fueron realizados de 1852 a 1860, siendo dirigidos por Pierre Barillet-Deschamps bajo el control directo de Alphand. Con ellos colaboró el arquitecto Edouard André, al que puede considerarse como el mejor arquitecto paisajista de la segunda mitad del siglo XIX.

El estilo de Barillet-Deschamps se caracteriza por presentar la naturaleza como expresión de la creación humana, adoptando para ello medios bastante sencillos: el modelado amplio del terreno para conferir al paisaje sus líneas dominantes; la vegetación distribuida en armonía con los movimientos del terreno; los paseos amplios y poco numerosos, proporcionados a la extensión del parque y trazados siguiendo las exigencias de las vistas y el movimiento. La obra consiguió una aclamación unánime, por lo que se le confió la transformación de otro gran recinto, el Bois de Vincennes, con 50 hectáreas más grande y ubicado en la parte opuesta de la ciudad. A diferencia del Bois de Boulogne, el Bois de Vincennes se encontraba rodeado de aglomeraciones superpobladas, por lo que debía acoger a grandes masas de ciudadanos.

Barillet estableció una red de amplios paseos que desembocaban en un nudo situado en la parte norte, cerca del centro de la ciudad, creando así la entrada al parque en el punto idóneo. Dispuso también extensas láminas de agua y un sistema de riachuelos, alimentándolo todo con potentes máquinas hidráulicas para elevar las aguas del río Marne, que corría por las cercanías, pero a un nivel inferior. Extensas superficies se convirtieron en bosques y se crearon atracciones particulares, entre ellas un hipódromo que pronto se hizo célebre, y un escenario rural con una granja colocada en una planicie elevada.

Y de este modo, una vasta llanura salpicada de zarzas y de rústicos arbustos espinosos quedó convertida en menos de un año en un parque bien equipado de líneas sobrias, recorrido por paseos sombreados, rico en superficies de césped y animado por cursos de agua. En 1860 se remodeló en gran parte el parque Monceau, conservando algunos escenarios originales diseñados por Carmontelle, entre ellos la Naumaquia y la Pirámide. La obra más valiosa de Barillet-Deschamps es el parque de Buttes-Chaumont. Se trataba de un terreno de 25 hectáreas, estéril y accidentado, carente de vegetación, desde hacía tiempo dedicado a vertedero, y que en sólo tres años de obras, de 1864 a 1867, se transformó en un parque de un pintoresquismo incomparable.

Una prominencia rocosa fue lo que Barillet-Deschamps tomó como punto focal de la composición. Utilizó unas grutas con estalactitas que había allí, creando con ellas una cascada que alimente un estanque. La colina, con sus rocas naturales cortadas a pico, se eleva sobre el lago como una isla hasta alcanzar los cincuenta metros por encima del nivel del agua, y en el punto más alto se levanta un encantador templo mirador de forma circular, inspirado en obras romanas.

De manera simultánea Jean Charles Adolphe Alphand, ayudante del barón Haussmann y responsable del Service de Promenades et Plantations de Paris, creado en 1854, realizó numerosas plazas ajardinadas: Batignolles, Saint Jacques, Innocents, et., y parques públicos, como el Montsouris, inspirado en el de Buttes-Chaumont. Estos parques sirvieron de inspiración para otros muchas parques americanos, entre ellos el famoso Central Park de Nueva York.

Otro tipo de espacios públicos verdes, que tenían un acceso más restringido eran los Jardines Botánicos, que tienen un origen más antiguo, en el siglo XVIII se generalizan, como consecuencia de los viajes científicos por América, Asia y África. El Jardín Botánico de Madrid fue inaugurado en el Paseo del Prado en 1781. El jardín botánico de Valencia es otro de los más antiguos. Con un origen más remoto, su aspecto actual se origina a partir de las actuaciones del año 1802, cuando se aprovechó una antigua huerta, de la que se conservaron algunos árboles destacados.

Otro tipo de zonas verdes públicas, con un cierto carácter restrictivo, ya que había que pagar para entrar eran los llamados Jardines de Recreo, antecedentes de los numerosos parques temáticos y de atracciones actuales. Se trataba de espacios ajardinados o arbolados donde, durante la época estival fundamentalmente, funcionaba una serie de entretenimientos tales como conciertos de música, representaciones teatrales, juegos, etc., y que estaban equipados con cafeterías y restaurantes. Aunque el mayor desarrollo de estos parques tuvo lugar en el siglo XIX, sus orígenes se hallan en la Inglaterra del siglo XVII, donde en la ciudad de Londres se abrieron los Vauxhall Gardens en 1661, que estaban equipados con numerosos pabellones, grutas y paseos.

A mediados del siglo XVIII se creó a orillas del Támesis el Ranelagh, y en Paris, ya en el siglo XIX, el Cremone Gardens. En el continente el de Tívoli en Copenhague y en Paris los Campos Elíseos, que en su centro tenía un enorme quiosco de música, siguen los modelos ingleses. En Madrid el Parque del Retiro, abierto en 1880, tiene también este uso lúdico. Aunque no son propiamente jardines, hay que mencionar también los Cementerios, que contaban con zonas verdes.

En Paris podemos destacar los cementerios del Padre Lachaise y el de Montmatre. En España la prohibición de Carlos III de enterrar en el interior de las poblaciones va a originar la creación de nuevos cementerios en las afueras de las ciudades, que estaban dotados de zonas verdes y arboladas.

LAS ZONAS VERDES EN LAS REFORMAS URBANAS DECIMONÓNICAS

El crecimiento demográfico de las ciudades, motivado por la llegada de las poblaciones agrícolas para trabajar en las industrias urbanas, va a originar numerosas transformaciones, entre las que destacarán el derribo de las murallas, que encerraban los cascos urbanos y su sustitución por paseos arbolados, denominados bulevares y puestos de moda desde que Colbert ordenara su creación en el lienzo norte de la muralla de Paris. Uno de los más espectaculares fue el llevado a cabo en Viena, donde surgió el amplio Glacis, compuesto de vastos jardines. Fueron más importantes y numerosas las reformas puntuales en diversas zonas de las urbes, que dieron lugar a nuevos paseos arbolados, plazas ajardinadas, jardines y parques.

En este caso se solían encadenar para formar lo que se conoce como park-ways. Así sucede en la ciudad estadounidense de Buffalo, donde Olmsted organizó la unión de numerosos parques y plazas mediante largas avenidas arboladas. En España, salvo excepciones, hasta la segunda mitad del siglo XIX el interior de los cascos urbanos carecía de zonas verdes públicas y continuaba presentando su tradicional aspecto árido y compacto. Será a partir de la segunda mitad de la centuria, cuando los ayuntamientos comiencen a introducir jardines o simples agrupaciones de árboles en algunos puntos del irregular enramado urbano.

Algunos de estos espacios verdes ocuparon los solares que habían quedado libres tras la demolición de los conventos desamortizados. Sus modelos parecen provenir de las squares londinenses. Este es el caso de las plazas madrileñas de Santa Ana, Tirso de Molina, Santo Domingo y Oriente. En Málaga la Plaza de la Merced tiene también este mismo origen, y en Sevilla la Plaza Nueva sobre el convento de San Francisco. Las creaciones urbanísticas más importantes del siglo XIX son los Ensanches, fruto del considerable aumento de la población en muchas ciudades.

Desde el punto de vista del trazado urbanístico, todos ellos se basaron en el sistema hipodámico u ortogonal, formado por calles paralelas y perpendiculares. En España los ejemplos más sobresalientes son el Ensanche de Barcelona, realizado por Ildelfonso Cerdá, y el Ensanche de Madrid, proyectado por Carlos María de Castro, en los que las zonas verdes eran muy importantes. En Madrid las vías incluían diversas hileras de árboles, dependiendo de su mayor o menor anchura.

Así en el perímetro o camino de Ronda se plantaron tres o cuatro hileras a cada lado; en las calles de primer orden de unos 30 m. de anchura se pusieron dos filas; y en las de segundo orden, de unos 20 m., una sola hilera. Igualmente se dejaron sin edificar algunas manzanas para convertirlas en plazas ajardinadas, a la vez que se dedicaban amplios espacios para hacer parques. Tam importantes eran las zonas verdes públicas que dieron lugar a la aparición de las llamadas Ciudades Jardín a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Es el caso de Lechworth al norte de Londres, obra de Ebenezer Howard. En España siguen este modelo muchas ciudades, como la Ciudad Lineal de Madrid de Arturo Soria y Mata, o en Málaga la Ciudad Jardín.

LOS PARQUES PÚBLICOS

Los parques públicos, quizá la obra más importante del siglo XIX, tuvieron una doble procedencia: o bien eran creados ex novo o surgían del aprovechamiento de antiguas posesiones privadas, sobre todo regias, que eran convertidas en parques municipales. En España el ejemplo más significativo de reconversión es el parque del Retiro de Madrid. Una vez que el Real Sitio pasó a ser propiedad municipal, los madrileños se encontraron con una gran extensión de zonas verdes públicas, a pesar de que una parte del sector occidental se había vendido a particulares, conservándose sólo el Casón, y el lado norte del patio de fiestas con la crujía del edificio del Museo del Ejército.

En numerosos municipios españoles se crearon parques a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Así surgen en Madrid el Parque del Oeste sobre el desaparecido real Sitio de la Florida, la Ciudadela de Barcelona, realizado en la década de 1870 por José Fontseré tras ganar el concurso convocado por el ayuntamiento para ajardinar el lugar donde se ubicaba la antigua fortaleza.

EL ESTILO DE LA JARDINERÍA EN EL SIGLO XIX

Durante los primeros años del siglo XIX, el estilo predominante fue el paisajista, heredado de la centuria anterior. Sin embargo en la década de 1830 se produce en Inglaterra una vuelta al jardín regular, arquitectónico, aterrazado y simétrico, fruto de la aplicación de la ars topiaria, inspirado en las villas renacentistas italianas. No obstante el estilo predominante es el Romanticismo de inspiración inglesa y que también es heredero del siglo XVIII.

En la segunda mitad del siglo XIX el eclecticismo y los nacionalismos influyen también en el jardín. Como dice Rubió i Tudurí “La ofensiva paisajista no triunfó del todo. En la mayoría de los casos, en Alemania incluso, en todas partes, y en el Mediterráneo sin duda, el paisajismo llegó a composición con el jardín regular. Se inventó un estilo mixto”. De este modo se generan en cada país fórmulas que recuperan el estilo histórico más ajustado a cada una de las identidades nacionales y potencian estas características en detrimento de una diversidad paisajista.

Fruto de estas teorías, quedarán asociados los movimientos estilísticos a las distintas nacionalidades. Así el jardín renacentista será asociado al jardín italiano, el jardín barroco al jardín francés, y el jardín paisajista al jardín inglés. En España también va a aparecer el término de jardín español, en referencia a aquellos jardines co referencias islámicas. Esta implantación de los estilos históricos no supone una mera copia de los estilos originales, sino que se produce una simbiosis de los temas históricos con los elementos modernos. Hacia finales del siglo XIX se asiste en Francia a un renacimiento del jardín clásico.

Lo inicia Vacherot con una manera de hacer totalmente personal que supone el empleo de plantaciones dispuestas libremente en compartimentos geométricos regulares, y la yuxtaposición directa de elementos del jardín arquitectónico con las formas paisajistas. Reaparecen luego los elementos del jardín de Le Notre, con una rica decoración de superficie y con formas renacentistas. Se empieza a admitir que cerca de los edificios convienen más al jardín los rasgos regulares, mientras que lejos de ellos el parque puede disolverse gradualmente en formas libres y naturales.

De ello deriva un tipo de jardín mixto, inspirado en principios de pura visión estética. No es ajeno a este movimiento el estudio de las obras del pasado, exigido por las frecuentes restauraciones y reconstrucciones de jardines históricos. Así en los comienzos del siglo XX el clasicismo formalista se mezcla con las vanguardias históricas, conformando un movimiento que ha llegado hasta nuestros días.

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Morales Folguera, J. (2024) Jardín contemporáneo (1). Historia del jardín. http://historiadeljardin.hdplus.es/jardin-contemporaneo-1/

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Morales Folguera, José Miguel. «Jardín contemporáneo (1)». Historia del jardín, Departamento de Historia del Arte, 04 2024, http://historiadeljardin.hdplus.es/jardin-contemporaneo-1/

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