Málaga. Hacienda de San Carlos. Arroyo de la Miel. Benalmádena

Impreso el 5 de mayo de 2024 Impresión

Calle La Fabriquilla, Arroyo de la Miel, Arroyo de la Miel-Benalmádena Costa, Benalmádena, Costa del Sol Occidental, Málaga, Andalucía, 29630, España

Málaga. Hacienda de San Carlos. Arroyo de la Miel (Benalmádena)

Félix Finarius Solesio Buraggi (1739-1806) nació en la población española de Finales, ubicada en el Golfo de Génova, por lo que puede considerarse como un ciudadano español. Llega a España entre 1761 y 1762, casándose en Vallecas con Nicolasa Miró y Ocampo, con la que tuvo seis hijos. En Madrid construyó una fábrica de naipes y otra de papel, y a instancia de José de Gálvez, Consejero de Indias del rey Carlos III, se trasladó a Málaga para construir una fábrica de naipes en Macharaviaya y otra de papel en Arroyo de la Miel.

Su vivienda principal se hallaba en Málaga, donde en 1789 había adquirido en la calle de Granada a Antonio Ortiz en representación de Joaquín Allier una casa con 800 m2, valorada en 108.947 reales y otras dos más pequeñas valoradas en 32.334 reales, con la intención de construir una gran mansión con aspecto de palacio, conservada en la actualidad tras su conversión en el hotel Félix Solesio. Por su estilo el edificio se atribuye al arquitecto José Martín de Aldehuela.

En 1784 adquiere una hacienda junto al Arroyo de la Miel, donde va a construir un gran complejo arquitectónico, formado por varias viviendas, varios batanes para la fabricación de papel, utilizado en la fábrica de naipes de Macharaviaya. Lo conocemos gracias a diversos restos conservados de los batanes, fotografías antiguas, y especialmente por la descripción realizada por el viajero inglés Joseph Twnsend, que la visita en el año 1787.

Joseph Townsend, reverendo anglicano, realiza un viaje por España de 1786 á 1787. Tras visitar el norte de España, Madrid y otras regiones, llega a Andalucía en 1787, pasando por Córdoba, Sevilla, Cádiz, Granada, Guadix, Málaga, Vélez Rubio, Murcia, Levante y Barcelona.

El 23 de marzo de 1787 embarca en Cádiz con dirección a Málaga, en la que una de sus principales preocupaciones fue la asistencia a los actos religiosos de la ciudad durante los días de la Semana Santa. Cuando participaba en las ceremonias religiosas de la catedral, conoció a Félix Solesio, que lo invitó a su casa malagueña, donde departió amablemente con su familia, y también a pasar unos días en su casa de campo, que describió en su libro Viaje de España.

El jueves 12 de abril salió de Málaga y en pocas horas llegó a San Carlos, cerca de Arroyo de la Miel, en cuyas proximidades la nieve continuaba cubriendo las montañas. Aquí don Félix acababa de terminar una espaciosa mansión, con un extenso jardín en el que crecía todo lo que el suelo y el clima podían dar de sí. Aunque grande, el edificio carecía de elegancia y de buen gusto. Había sido construido atendiendo exclusivamente a la utilidad, sin tenerse en cuenta su aspecto. Esto explica por qué los gallineros y las cochineras se encontraban en la fachada principal y la razón por la que no había en toda la construcción una sola buena habitación, o el menor rastro de simetría, pues todas se encontraban diseminadas sin ningún orden, como si hubieran sido construidas sin planos. La mesa se encontraba siempre abundantemente servida, y solo había en ella piezas de vajilla, pero adolecía de la misma falta de simetría y refinamiento del resto de la casa.

El cortijo se remontaba al siglo XVI, cuando pertenecía la familia Zurita Zambrana. En 1784, Solesio lo compró a Pedro Reyes, que a su vez lo había adquirido a la familia Zurita, en 300.000 reales. La casa principal fue construida con posterioridad: una casa grande o principal con dos crujías con su alto y bajo, que habitaba temporalmente la familia. Constaba de varios patios internos, una tribuna y un oratorio, y en el piso bajo un lagar y una bodega. La zona más importante de la hacienda eran los seis molinos para la fabricación de papel. Los molinos se llamaban Los Fundadores, Santa Rita, La Victoria, San Bonifacio, Los Apóstoles y San Nicolás. Los cuatro primeros fabricaban papel blanco, y los dos últimos hacían papel de estraza. Había también una curtiduría, y muchos de los 112 obreros, que trabajaban en ellos, vivían en diez casas construidas. Contaba igualmente con una iglesia con torres y campanas. Este complejo industrial estaba valorado en 1797 en 5.000.000 reales .

La hacienda contaba con un terreno frente a la playa con dos leguas por una de ancho, más otros 12.000 acres destinados al pasto de los corderos. Townsend valoraba la finca en 20.000 dólares fuertes (hard dollars) o 4.000 libras esterlinas.

Desde 1784 a 1787 Solesio había plantado 200.000 cepas de viñas, 5.000 olivos y 120.000 moreras, 580 higueras, 300 granados, 700 limoneros, y muchos naranjos, además de una gran extensión de caña de azúcar.

También tenía una explotación ganadera, con 56 bueyes, 1.200 corderos, 400 cabras y 158 cerdos.
En el centro de la explotación se había abierto una cantera para surtir de piedra a las construcciones y se habían encontrado varios manantiales, que eran muy copiosos y que formaban en la boca de la cantera un río considerable, con el que se regaban unos mil acres de rica tierra. Las rocas de mayor calidad eran de mármol, y las de menor calidad de caliza, y cerca del mar había piedra de toba y de cuarzo blanco.

Cerca del Arroyo de la Miel, Solesio le enseñó a Townsend varios restos arqueológicos: dos baños romanos junto a un suelo de mosaico con 26 y 14 pies de largo por 12 pies de ancho, y próximo al mar unas bóvedas con otros fragmentos de mosaicos.

Solesio también le habló de la fábrica de naipes de Macharaviaya, en la que daba empleo a 200 personas.

El domingo 15 de abril regresó a Málaga, emprendiendo viaje hacia Vélez Málaga.